Segundas ediciones y lectores que te releen

Siempre he pensado que el mayor elogio que se le puede hacer a un autor es releer alguna de sus obras. En esta época de tiempo-para-nada y novedades vaciadas con volquete sobre las mesas de las librerías, el que alguien decida regresar a una historia y unos personajes que ya conoce es un insólito acto de amor, y un gran honor para quien los imaginó y los escribió.

Desde el lanzamiento hace justo una semana de El guerrero a la sombra del cerezo, me han llegado muchas fotos de lectores que me mostraban su ejemplar, felices de poder volver a leerlo, esta vez en papel, de poder ver mi historia por fin en sus estanterías. Y yo alucino. Iría a la casa de cada uno de ellos a darles las gracias, porque además han conseguido (habéis conseguido) un fantástico efecto colateral: la editorial ha debido anunciar la 2ª edición en menos de una semana. Es imposible que sea por la recomendación de los nuevos lectores, (casi) nadie se lee una obra de más de 700 páginas en tan pocos días; se lo debo a todos aquellos que descubrieron la obra como autopublicada y que no se han cansado de recomendarla a lo largo de estos dos últimos años, a los mismos que han decidido releerla pese a tenerla ya en formato digital.

Son muchas las historias que me han llegado a lo largo de este tiempo, palabras de esas que te alientan a seguir escribiendo pese a lo inhóspito que puede resultar el negocio editorial. La de un padre que ha leído El guerrero dos veces, una para él y otra leyéndoselo en voz alta a su hijo; la de un hijo que decidió imprimir los cientos de páginas del eBook porque no lo encontraba en papel y se lo quería regalar a su padre, que se niega a leer en digital; la de una persona que me daba las gracias por ayudarle a sobrellevar una muy mala etapa, de la que podía escapar durante unas horas al día perdiéndose tras los pasos de Seizo Ikeda; la de un editor jubilado que me escribió tras leer la novela, diciéndome que no se explicaba cómo se le había pasado por alto a las grandes editoriales y ofreciéndose para intermediar con aquella para la que había trabajado… Emails y mensajes privados de esos que te dejan abrumado, porque tú lo único que pretendías era contar una historia.

Así que infinitas gracias, gracias por leerme y por releerme, gracias por enamoraros de Seizo, Kenzaburo, Ekei y O-Ine, por seguir sus pasos, por insistirle a otros para que descubran la historia de estos personajes. No puedo ir a cada casa, pero espero encontrarme con muchos de vosotros en los próximos días, en las presentaciones, en las firmas de libros. El trabajo de escritor es muy solitario, solo te sientes acompañado cuando te encuentras con un lector y ves que tu historia ha cobrado vida en su mente, cuando puedes intercambiar unas palabras. Así que os espero a todos.

El guerrero a la sombra del cerezo: presentaciones y eventos

RESENTACIONES Y FIRMAS CONFIRMADAS

  • Librería Gigamesh (Barcelona): sábado 6 de mayo de 2017, 18:30. Acompañan al autor Toni Hill y Carlos Bassas.
  • Librería Luces (Málaga): sábado 13 de mayo de 2017, 19:00. Acompaña al autor Juan Cuadra.
  • Feria del Libro de Madrid: viernes 26 de mayo de 2017, 18:00-19:30. Caseta FNAC (nº 136-137).
  • Casa del Libro Madrid (C/ Maestro Victoria 3): sábado 27 de mayo de 2017, 19:00. Acompañan al autor Carlos Bassas y Sergio Vega.
  • Feria del Libro de Málaga: sábado 10 de junio de 2017, 11:00-13:00 horas. Caseta de Librería Luces.
  • FNAC Sevilla: viernes 23 de junio de 2017, 19:00. Acompaña al autor Concepción Perea.
  • Festival del manga de Cádiz: sábado 30 de septiembre de 2017, 19:30.
  • Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Valencia: 21 de noviembre de 2017, 19:00. Acompañan al autor Ángeles Pavía y Juan Miguel Aguilera.

PUNTOS DE VENTA

La edición en papel está a la venta en librerías españolas y en las distintas plataformas de venta online (Amazon, El Corte Inglés, La Casa del Libro, FNAC, Cyberdark, Agapea, etc).

La edición digital en eBook se puede adquirir en todas las plataformas habituales, como Amazon, Google Play, iTunes, KoboCasa del Libro.

Para su adquisición desde fuera de España, la novela está a la venta a través de plataformas como  Amazon.com, Amazon México o la web Book Depository (con envíos internacionales gratis).


El guerrero a la sombra del cerezo

El Guerrero a la Sombra del Cerezo (SUMA, 2017) es la primera novela de David B. Gil, una ficción histórica ambientada en el Japón de los señores samuráis que fue finalista del Premio Fernando Lara (Grupo Planeta) y primera obra autopublicada en ganar un Premio Hislibris de Novela Histórica (Mejor Autor Revelación). Se ha convertido en la novela histórica más vendida y mejor valorada por los lectores de Amazon España.


SINOPSIS

Japón, finales del siglo XVI. El país deja atrás la Era de los Estados en Guerra y se adentra en un titubeante periodo de paz. Entre las víctimas del largo conflicto se halla Seizo Ikeda, único superviviente del clan regente de la provincia de Izumo, huérfano a los nueve años tras el exterminio de su casa. Hostigado por los asesinos de su familia y condenado al destierro y al olvido, inicia un largo peregrinaje al amparo de Kenzaburo Arima, último samurái con vida del ejército de su padre, convertido ahora en su mentor.

En el otro extremo del país, Ekei Inafune, un médico repudiado por aplicar las artes aprendidas entre los bárbaros llegados de Occidente, se ve implicado en una conjura urdida a la sombra de los clanes más poderosos del país. Una conspiración capaz de acabar con el frágil periodo de calma que da comienzo.

Una novela “cruda y bella, cargada de matices”, que nos hace viajar a través de un Japón devastado por más de dos siglos de guerra, entre cuyas cenizas, sin embargo, florecen los más hermosos cerezos.


RESEÑAS:

«Un viaje inolvidable a una época llena de poesía, misterio y crueldad».

Toni Hill

«Una demostración de conocimiento, sensibilidad y destreza narrativa».

Un libro para esta noche

«Una novela casi perfecta con excelentes personajes y sorprendentes giros argumentales[…]. No me cansaré de recomendarla».

Lecturópata

«Una historia cruda y bella, escrita con unas formas tan exquisitas que resulta imposible no caer rendido a sus pies».

Athnecdotario Incoherente

«He recuperado con esta novela la pasión de los viejos años, la necesidad de dejar cualquier cosa que estuviera haciendo para regresar a sus páginas».

Público


LOS LECTORES HAN DICHO

«El guerrero a la sombra del cerezo es como Japón: elegante, bello, tranquilo como sus monjes, violento como sus samuráis».

«Desde Posteguillo no disfrutaba tanto con una novela, de lo mejor que ha pasado por mis manos, sin duda».

«Hay detalles en la trama llenos de elegancia y con una sutileza exquisita».

«El autor hace gala de una prosa bellísima. Los personajes principales de la novela son inolvidables».

«Dos historias que se entrelazan y se sueltan una y otra vez, sin dejar de sorprender. Giros argumentales fantásticos, situaciones emocionantes, personajes que trascienden las páginas, un mundo que puedes palpar. No exagero al decir que se ha convertido en una de mis novelas de aventuras favorita».

«Te hace recuperar el placer de las novelas de aventuras inolvidables».

2016, el año que viví como escritor

Echando la vista atrás para poner un poco en orden qué ha supuesto para mí este 2016, creo que la mejor forma de resumirlo es como el año en que me convertí en escritor. Una definición peculiar, dirán algunos, teniendo en cuenta que ya en 2014 había escrito mi segunda novela y que en 2015 comencé a trabajar en la tercera (la que ahora me roba el sueño), pero personalmente creo que uno es escritor cuando los demás comienzan a considerarte como tal, y para mí eso ha sucedido este pasado año.

Hasta hace poco, escribir había sido una actividad solitaria que rara vez existía más allá de las cuatro paredes de mi estudio: los amigos no solían preguntarte por las ventas o por lo que andabas escribiendo; los lectores no tenían rostro y, a menudo, tampoco nombre, solo podías conocerlos a través de un avatar o una reseña en Amazon; tampoco conocía a otros escritores con los que hablar de cosas de escritores, y mucho menos a editores que estuvieran pendientes de mis textos. No me entrevistaban en los medios ni nadie me pedía artículos o colaboraciones sobre temas de los que me creen expertos (ja). En definitiva, escribir era algo bastante íntimo, una suerte de reclusión en mi personal fortaleza de la soledad, pero los muros de hielo saltaron por los aires a raíz de la publicación de Hijos del dios binario el pasado mes de marzo.

Y ese ha sido el otro factor que me lleva a considerar 2016 mi primer año como escritor: por vez primera, la actividad literaria ha desbordado los diques y ha ocupado toda mi vida; no he tenido tiempo para estudiar o para trabajar en ninguna otra cosa, dedicando todas las horas «lectivas» a escribir, documentarme, editar, preparar charlas, presentaciones y «promocionar», ese término demasiado amplio que abarca desde la exigencia de estar en las redes sociales hasta las entrevistas con cualquiera que te lo pida, ya sean TV locales, radios regionales, podcasts literarios o matinales a nivel nacional con un millón de oyentes (¿os he dicho ya que a los periodistas nos resulta incómodo el asiento del entrevistado?).

Un año difícil de abarcar, si os digo la verdad, porque aquello que se vive por primera vez se vive más intensamente, y porque cuando experimentamos lo nuevo el tiempo se dilata falseando nuestra percepción. Parece que hayan pasado años desde la presentación de Hijos del dios binario en Málaga (allá por el 17 de marzo), y apenas han sido 10 meses. Una celebración, más que una presentación, en la que esperaba a la familia y a los amigos (gracias a Juan Cuadra y Carlos Sisí por sentarse a la mesa conmigo y cubrirme las espaldas), pero que me sorprendió con la presencia, además, de lectores a los que no conocía de nada, gente que estaba ahí porque había leído El guerrero a la sombra del cerezo y, sencillamente, les interesaba lo que yo escribía.

Otra de las fotografías que me deja el año es una segunda presentación, esta vez en la mítica librería Gigamesh de Barcelona, catedral de la literatura de género en este país. Arropado por mi Agente-Bruja y por el Librero del Mal, y flanqueado en la mesa por Miquel Codony y Enric Pardo, presentar mi libro en un lugar tan mítico, del que uno ya leía en los fanzines de adolescencia, ha sido uno de los más inesperados logros que he desbloqueado en este juego de la vida.

Y como una ráfaga de obturador rápido, al echar la vista atrás también me llegan las sesiones de firmas en el Corte Inglés, en la FNAC, junto a esa escritora hiperactiva e hiperencantadora que es Concepción Perea, o en las ferias del libro de Málaga, Sevilla y Madrid. Quedan los rostros sonrientes y la necesidad de improvisar dedicatorias que no se repitan, pero sobre todo queda la honda huella que te dejan los lectores. A lo largo de este año no ha dejado de sorprenderme que la mayoría de los que se acercaban a mi mesa lo hacían porque habían leído El guerrero a la sombra del cerezo. Su entusiasmo por la historia, su implicación con unos personajes que han hecho suyos, y esa expresión de agradecimiento hacia quien los ha escrito, es una de las cosas más abrumadoras que he sentido en mi vida. Y es adictivo, vaya si lo es.

Podría seguir hablando de la tinta digital que se ha derramado sobre Hijos del dios binario (ser publicado por una editorial como Suma de Letras te pone un foco encima, aunque estés lejos de ser uno de los puntales de su catálogo), del programa especial sobre la novela emitido en Fallo de sistema, de la cobertura en podcast, blogs, televisiónprensa y emisoras de radio, pero creo que el balance más importante está hecho.

¿Qué he aprendido a lo largo de este año? Aún no lo tengo claro. Saco conclusiones aisladas, pero me cuesta conectarlas para conformar un «gran aprendizaje» de todo esto. He constatado cosas que sabía de oídas, como lo difícil que es vender libros en España; he descubierto otras nuevas, como lo equívoco que es el concepto de éxito en nuestra sociedad, en la que muchos creen que por ver tu libro en la FNAC o por aparecer en los medios ya has triunfado en eso que te propusiste. Pero si algo me ha quedado claro es que la mayoría de autores estamos de paso en el negocio: escribir es un oficio muy castigado en este país, y el escritor, entendido como ese animal que vive de lo que escribe y que publica y publica a lo largo de los años, está en vías de extinción. 2016 es mi primer años como escritor, pero no sé si será el primero de muchos. Por el momento, en 2017 vuelvo a pisar la arena: El guerrero a la sombra del cerezo, la novela que me ha obsesionado durante años, se publica en papel. Un nuevo impulso a la rueda, se reinicia el ciclo.

Shigeru Miyamoto, el hombre que hizo arte el videojuego

Sony ha puesto en marcha estos días la campaña #ElVideojuegoEsArte, con la que pretende alentar este viejo debate y, de paso (o sobre todo), promocionar sus productos Playstation. Como creo que esta discusión está largamente superada, yo voy a aprovechar el hashtag de los señores de Sony para hablar de Nintendo y su creativo estrella: Shigeru Miyamoto, el primer diseñador de videojuegos como tal, el primer hombre de la industria que concibió el videojuego como una forma de arte.

Resulta curioso la facilidad con que se otorga la categoría de artista en ciertas disciplinas, y el empeño con el que se niega en tantas otras. Muchos creadores son definidos como artistas por el simple hecho de dedicarse a una disciplina catalogada como tal. Pero no todos los músicos, pintores, escritores o cineastas son artistas, muchos de ellos, la mayoría, son artesanos. Hay otro tipo de artistas, sin embargo, a los que les cuesta más gozar de reputación y reconocimiento, son aquellos que, dedicándose a una actividad considerada como un simple oficio, consagrándose a una técnica, son capaces de sublimarla hasta elevarla a la categoría de arte. Ese es el caso de Shigeru Miyamoto, quien en varias ocasiones ha defendido que el videojuego no es una forma de arte, aunque su propia obra insista en llevarle la contraria.

Este japonés, nacido y criado en un pequeño pueblo rural a las afueras de Kioto, es un hombre humilde, un tanto tímido, al que su papel prominente en la industria del videojuego le ha obligado a dedicarse a labores de promoción en las que se encuentra fuera de lugar. Probablemente para su consternación, su figura ya ha trascendido su ámbito de influencia y comienza a encontrarse pisando alfombras que deben resultarle completamente ajenas. Ya le sucedió en 2006, cuando fue nombrado Caballero de la Orden Francesa de las Artes y las Letras, y volvió a pasarle en 2012, al ser galardonado con el (por entonces) premio Príncipe de Asturias de Humanidades.

Lo cierto es que la definición del videojuego como forma de arte sólo puede causar controversia entre los sectores más conservadores del mundo creativo. Desde el momento en que el videojuego integra medios de expresión similares a los del cine, como la música, el diseño artístico, el guión, la narración audiovisual y, en los últimos años, incluso la interpretación, es absurdo negarle a un videojuego la posibilidad de alcanzar la cota de obra de arte. Si no había sucedido antes es por las limitaciones técnicas iniciales del medio, que se han superado en cuestión de tres décadas, y por ser una industria joven que aún no había generado creadores sublimes. El primero de ellos es Shigeru Miyamoto.

Miyamoto, un ingeniero industrial fascinado con la obra de Walt Disney, fue el primer diseñador de videojuegos capaz de llevar su visión más allá de una propuesta jugable. Quizás más conocido por ser el creador de Super Mario, la verdadera manifestación de su talento se encuentra en la saga The Legend of Zelda.

En 1986, Shigeru Miyamoto sacudió el mundo del ocio electrónico con este cartucho para la máquina de 8 bits de Nintendo, una obra que suponía un salto cualitativo como se produce pocas veces en la historia de un medio. Usando un método de trabajo inverso al de cualquier diseñador, Miyamoto imaginó primero el juego que quería hacer, y luego buscó la manera de plasmarlo con la limitadísima tecnología de aquella época. El resultado fue un videojuego en el que, por primera vez, el objetivo no era sumar puntos o superar niveles, sino la experiencia en sí. Se trasladaba al jugador, más que un desafío, una propuesta: la de explorar un mundo abierto, la de tomar decisiones alejadas del determinismo lineal que se conocía hasta la fecha, invitándolo a descubrir a través de sus propios pasos la historia que encerraba The Legend of Zelda.

A su innovador concepto jugable debía sumarse un guion de una complejidad y trasfondo desconocidos hasta la fecha, el soberbio diseño gráfico de Takashi Tezuka y una banda sonora que lograba ser hermosa incluso a través de la tarjeta de sonido de la NES (que sólo admitía cinco canales de audio simultáneos). Una música compuesta por Koji Kondo que ha sido reinterpretada y orquestada a lo largo de los años, hasta convertirse en una de las melodías más reconocibles y de más bella factura de la historia del videojuego.

The Lenged of Zelda, versión original en 8bits

The Legend of Zelda, suite por la London Philarmonic Orchestra

El concepto de The Legend of Zelda marcó para siempre a las generaciones posteriores de jugadores y desarrolladores de videojuegos; su concepción era tan adelantada que debió transcurrir más de una década antes de que la técnica ofreciera a Miyamoto las herramientas necesarias para plasmar de forma definitiva lo que su mente había imaginado doce años antes. Lo logró con The Legend of Zelda: Ocarina of Time (1998), considerado aún a día de hoy como el mejor videojuego de la historia.

Hay pocos artistas tan influyentes en sus respectivos campos como lo ha sido Shigeru Miyamoto en el videojuego, algo que se ve favorecido por la breve historia de esta industria. Supongo que, durante algunos años, continuará habiendo voces que discrepen de la definición de videojuego como arte y de Shigeru Miyamoto como artista; son, probablemente, las voces de aquellos que no han disfrutado de la magia que subyace en estos mundos jugables, convertidos ya en universos narrativos con una profunda capacidad de evocación y evasión. En muchos casos, alentando incluso la imaginación de creadores de otras disciplinas. Exactamente igual que sucede con la buena música,el buen cine o la buena literatura.

Little America

La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos remata una serie de acontecimientos que ha sumido en la perplejidad a la mayoría de nosotros. Decisiones adoptadas democráticamente por una mayoría ciudadana, no lo olvidemos, como es el caso del Brexit, el no al proceso de paz en Colombia o, ahora, la elección del controvertido magnate (por no ahondar en más rasgos de su personalidad) como líder del país más poderoso del mundo. Todas ellas comparten el rasgo de lo imprevisible, la capacidad de dejar estupefacto al observador externo, la sensación de «cómo se ha podido llegar a esto». Es la perplejidad que muchos debieron sentir ante el auge de los nacionalismos a comienzos del siglo XX.

La democracia, en su formulación ideal, cuenta con que el ciudadano hará un esfuerzo por informarse y por formarse, alcanzará una opinión propia y fundamentada que le permitirá votar en base a criterios racionales, no a impulsos. Pero ningún sistema funciona bajo sus condiciones ideales, y esa debilidad democrática es la que explota el populismo nacionalista.

V ya nos lo dijo.
V ya nos lo dijo.

Así que nos adentramos en una nueva era del nosotros (los buenos) contra el de fuera (los malos), de creer que la solución a todos los problemas pasa por envolverse en la bandera (americana, británica, catalana, española). No es nada nuevo, suele ser una de las consecuencias directas de las crisis económicas, caldo de cultivo para el descontento generalizado y la huida hacia delante, el triunfo del «que se jodan» sin pararte a pensar que el primer jodido eres tú. Nunca faltan políticos dispuestos a apelar al sentimiento nacional, a usar la bandera para velar sus auténticos intereses, para tapar sus propias miserias. Es el viejo conflicto entre la razón y el impulso primario de rechazo a lo ajeno, la dicotomía entre la humanidad cosmopolita y la que aboga por levantar fronteras y construir muros. Lo dijo Einstein: el nacionalismo es una enfermedad infantil, y ahí sigue la humanidad, obstinada en no madurar. 

La pietà de David Mazzuchelli

Ayer me llegó a través de las redes sociales una de estas cadenas que te invitan a compartir tu película o canción o lo que sea favorito. Esta iba de portadas de cómics, y aunque he leído miles de cómics a lo largo de mi vida, inmediatamente identifiqué cuál era mi favorita… A pesar de no ser una ilustración de portada propiamente dicha… aunque Cómics Forum la utilizó como tal en su volumen recopilatorio de Daredevil: Born Again.

Me explico: para los que no hayáis leído Born Again (uno de los tres grandes trabajos con los que Frank Miller reescribe las bases del cómic superheroico), la historia nos cuenta la pasión, caída y resurrección de Matt Murdock; un relato que redefine el canon del personaje y del que bebe directamente todo lo que se ha escrito posteriormente sobre Daredevil, incluida la actual serie de Netflix. La obra (arco argumental dentro de la serie regular, en realidad) se eleva a los altares del cómic USA no solo por el guion de Miller, sino también por las soberbias ilustraciones de David Mazzucchelli, profesor de bellas artes poco prolífico en el mundo del cómic, pero que ha sentado cátedra cada vez que ha puesto sus lápices al servicio de una historia.

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Cada número de Born Again comenzaba con una ilustración a página completa de gran carga simbólica; en este caso, vemos a un maltratado Matt Murdock siendo recogido por la hermana Maggie, una composición que recrea una pietà renacentista, más concretamente la de Miguel Ángel, y que cobra más fuerza cuando conocemos la historia que hay detrás.

Le tengo especial cariño no solo por lo que significó el cómic para mí, sino porque en la asignatura de Estética, en la Facultad de Comunicación, debíamos presentar al final del curso un completo análisis artístico y estético de alguna obra clásica de la historia de la pintura. Yo decidí asumir el riesgo de desmarcarme de las instrucciones del profesor, entregando un detallado estudio de esta magnífica «imagen de cubierta». Era, al mismo tiempo, una rendida alabanza al trabajo de David Mazzuchelli y una reivindicación del arte que existe en los cómics. En esta ocasión la cosa no me salió mal, aunque sospecho que gran parte de la matrícula de honor que me gané se debe, sencillamente, a que el profesor titular del departamento no esperaba encontrar tal refinación estética y densidad emocional en una historieta de tipos en mallas. En cualquier caso, va por ti, Mazzucchelli.

Tres meses de ‘Hijos del dios binario’

David B. Gil está firmando

Hoy hace justo tres meses que Hijos del dios binario salió a la venta, y en la industria suele considerarse que un libro es novedad durante ese primer trimestre. Después de este tiempo, va desapareciendo poco a poco de las mesas de novedades y pasando a las estanterías, donde pierde casi toda visibilidad (y de ahí, si vende poco o nada, pasa a los tan temidos paquetes de devoluciones). Aunque mucho me temo que eso de los tres meses «de gracia» es más bien una convención heredada de otra época, una en la que las editoriales publicaban a un ritmo más mesurado y las novelas tenían más tiempo para respirar en los escaparates, más espacio para encontrar a su público. A día de hoy, el aluvión de novedades que llegan a las librerías cada semana va empujando hacia el fondo de la tienda a aquellos libros que llegaron poco antes.

Hijos del dios binario

En cualquier caso, esto significa que, a partir de ahora, Hijos del dios binario tendrá que vivir de la promoción que pueda hacer por mi cuenta y, sobre todo, del boca a boca, de la recomendación de un lector a otro, que no deja de ser el mejor marketing que puede existir, tan eficaz como incontrolable. Afortunadamente, creo que la recepción de la novela está siendo bastante buena, y espero que con un poco de suerte los primeros lectores se vayan convirtiendo en prescriptores y se siga difundiendo la palabra del dios binario. El tiempo dictará sentencia; por ahora solo puedo decir que estos tres meses han sido un máster acelerado en esto de promocionar un libro, una dosis de realidad editorial reconcentrada que me ha hecho comprender, entre otras cosas, que cuesta mucho hacerse un hueco en un mercado tan saturado, y que cada ejemplar vendido es una pequeña victoria que celebrar.

Han sido tres meses de presentaciones, la primera de ellas en Málaga, flanqueado por dos colegas como Juan Cuadra y Carlos Sisí y rodeado de familia, amigos y lectores. Regocijo compartido, momentos emocionantes, muchas risas y cantidad de firmas (incluidas algunas de los maestros de ceremonia) en la única presentación que, según muchos dentro del sector, tiene sentido. Y es que a poco que uno se acerque a cualquier presentación de un escritor «foráneo», verá que, por más bestseller que sea el autor, los asistentes se cuentan con los dedos de dos manos (o de una). A no ser que estemos hablando del famoso de turno, claro.

Mucho más eficaz es el formato empleado por la gente de Biblioforum, con charlas tematizadas sobre literatura que sirven, además, para dar a conocer al público determinadas obras y autores. En mi caso, la escritora, presidenta de Biblioforum (y muy buena amiga), Concha Perea, tuvo a bien invitarme como ponente a una charla sobre «La ciencia ficción en otros géneros» en la Fnac de Sevilla, donde compartí mesa con ella y con Luis Manuel Ruiz. Además de pasar un buen rato hablando sobre mi género literario favorito, me sirvió a modo de presentación oficiosa de Hijos del dios binario en la capital hispalense. Si a ello le sumamos que los binarios se agotaron en dicha Fnac, y casi conseguimos arrasar también con los de la Casa del Libro y El Corte Inglés (las tres tiendas se encuentran en línea recta), estoy por asegurar que el formato Biblioforum funciona mejor que bien.

Y para cerrar el ciclo de presentaciones me fui hasta Barcelona, nada más y nada menos que al Templo de la Fantasía y la Ciencia Ficción en nuestro país: la librería Gigamesh. Os diré que presentar en Gigamesh es una de las cosas más alucinantes que haré en toda mi vida. Si alguna vez pudiera volver atrás en el tiempo y hablar con el fan-lector que fui (soy y seré), le podré decir: «vas por buen camino, chaval, presentarás tu libro en Gigamesh y prologarás cómics de Watchmen». Habría sido una paradoja abierta, que la llamaría Miquel Barceló, porque probablemente hubiera muerto fulminado por la emoción en ese mismo instante y nunca hubiera podido escribir Hijos del dios binario ni los artículos para DC Comics. Por suerte, la presentación en Gigamesh me ha cogido más talludito y no solo sobreviví a la emoción, sino que logré articular un discurso más o menos inteligible. Para los que no me creáis, aquí os dejo el vídeo del evento que la librería tuvo a bien transmitir en directo a través de su canal de YouTube.

La presentación estuvo auspiciada por El Librero del Mal y mi superagente, Txell Torrent, que no solo se encargaron de que todo fuera como la seda, sino que me procuraron una estancia (y una cena) memorables, y me buscaron dos soberbios escoltas para el evento: el escritor y guionista de El Terrat, Enric Pardo, y el ubicuo Miquel Codony, uno de los tipos más leídos en cuanto a literatura de género que encontraréis por la Red. Sé que la presentación (y las activas recomendaciones de Antonio Torrubia, el ya mentado librero malevo) han ayudado mucho a que Hijos del dios binario se coloque por dos meses consecutivos en el Top de ventas de Gigamesh, así que esperemos que los señores editores den por bien sufragada la expedición y me lleven a repetir presentación el próximo año, si es que todo sale según lo previsto con El guerrero a la sombra del cerezo.

A las presentaciones hay que sumar el ciclo de entrevistas en podcasts como Los 4 navegantes (espectacular charla con los cuatro integrantes de este espacio literario, más un par de polizones que se colaron en la cubierta), además de en medios regionales y nacionales. La más especial de todas ellas, quizás por ser oyente habitual del programa, fue la que me hizo Santiago Bustamante para su programa en RNE 3: Fallo de sistema. Y es que disfrutar de un «system failure» dedicado casi íntegramente a Hijos del dios binario fue toda una experiencia que disfruté, tanto durante la grabación como escuchándolo posteriormente en la emisión.

Y por último, las sesiones de firmas, que te permiten conocer en persona a los lectores, charlar con ellos un rato, intercambiar impresiones… No exagero si digo que es lo más gratificante de todo esto de poner un libro en la calle. En mi caso he sido invitado a El Corte Inglés de Málaga, a la Casa del Libro de Sevilla y a las ferias del libro de Málaga, Sevilla y Madrid. Afortunadamente, en ningún caso tuve que confrontar el temido momento de levantarte de la silla sin haber firmado un solo ejemplar, chocarle la mano al librero y encogerte de hombros. Creo que es un miedo que sobrevuela a los autores invitados a este tipo de actos, y supongo que la situación a todos les acaba llegando tarde o temprano. En mi caso la experiencia ha ido bastante bien; no es que hayamos agotado ejemplares, pero los libreros parecían satisfechos cuando me marchaba, y supongo que eso es buena señal.

Cómo veis por el cúmulo de enlaces y fotografías que he ido soltando, este artículo es más bien una página de diario que me servirá a modo de memento de lo que han sido estos días. Y creo que también es un buen ejemplo de que esto de publicar es solo la mitad del camino; luego hay que recorrer la otra mitad, que es intentar vender tu obra. Quizás sea esta una parte de la travesía menos solitaria que la de encerrarte a escribir en tu habitación, pero también es una en la que te acompaña una responsabilidad que antes no tenías: la de saber que hay alguien que ha invertido trabajo y dinero en tu creación y espera obtener beneficios por ello; la de conocer a los lectores que aguardan lo que escribes y a los que puedes decepcionar… Y la de saber que estás en el mercado; tu novela ha pasado de ser una historia a la que diste forma para convertirse en un producto, y un producto es tan bueno como el beneficio que genere. Dicho de otra forma: como escritor, vales lo que vendes, y vender cada día está más caro. Pero nadie dijo que esto sería fácil. Seguiremos informando.

Hijos del dios binario

Hijos del dios binario

Hijos del Dios Binario (SUMA, 2016) es el segundo trabajo de David B. Gil, un thriller de investigación ambientado en un futuro cercano que juega con los códigos del noir, el policiaco nórdico y la literatura cyberpunk.


SINOPSIS

En un mundo cada vez más intangible, los poderosos, nostálgicos de un pasado que apenas conocieron, compiten por hacerse con cualquier icono de la era predigital. Daniel Adelbert, un «prospector» especializado en recuperar piezas del siglo XX, es contratado por el coleccionista Kenzô Inamura para encontrar no un objeto, sino a una persona: un hombre que se movió entre las sombras del pasado siglo e influyó de manera decisiva en su desarrollo.

En el otro extremo del mundo, la periodista Alicia Lagos recibe un extraño correo de su exnovio recientemente fallecido. El mensaje parece legarle una investigación inconclusa, poniéndola sobre la pista del misterio oculto tras los muros del orfanato irlandés de St. Martha.

Ambas investigaciones confluyen en una misma pregunta: ¿Qué es el Proyecto Zeitgeist? La respuesta se halla bajo las piedras de la Ciudad Blanca de Tel Aviv, en los arrabales flotantes de Singapur y en el murmullo de la Red de datos. Responderla es desentrañar un secreto que ha costado la vida de muchos, un secreto silenciado durante décadas.


RESEÑAS

«Una novela inteligente, de ritmo ágil y lenguaje sofisticado».

Black & Yellow Magazine

«Directo, descarado y magnético. ‘Hijos del dios binario’ es una de las lecturas imprescindibles del año».

Anika entre libros

«David B. Gil demuestra ser una narrador excelente: prosa contundente, trama redonda y personajes impecables».

¡Ábrete libro!

«Una novela extremadamente bien medida, que atrapa desde el principio y no suelta al lector en ningún momento».

Supersonic Magazine

«Una novela que te hace disfrutar del viaje, pero que además se cierra con un final a la altura de las expectativas».

Leer sin prisa

«Una vez entramos en su propuesta no podemos escapar. Hijos del dios binario es una experiencia apasaionante».

Público

«Hay libros adictivos, que no puedes parar de leer, y luego está ‘Hijos del dios binario’, que lleva esa definición a otro nivel».

In the Nevernever

«Una historia increíble y muy bien escrita. ¿Cómo no darle la máxima puntuación?».

Lecturópata

«Si David B. Gil fuese anglosajón, su libro sería ya un auténtico bestseller […]. ‘Hijos del dios binario’ es una maravilla de novela».

Desde Otranto

2016, año bisiesto y binario

Hace unos días devolví a la editorial las galeradas de Hijos del dios binario, la maqueta del libro con las últimas correcciones implementadas, lista para pasar a imprenta. Eso significa que puedo hacer poco más por mi novela. Supongo que habrá presentaciones, alguna que otra entrevista, quizás sesiones de firma, pero lo fundamental que puede hacer un autor por su obra, que es ofrecérsela a los lectores lo más depurada posible, ya está hecho. A partir de ahora, el que Hijos del dios binario consiga levantar el vuelo dependerá exclusivamente de los lectores. Sí, me diréis que existe el marketing editorial y demás, pero eso suele estar reservado para los autores populares, los que, paradójicamente, menos lo necesitan… El resto dependemos de que nuestra obra encuentre su público, de que funcione el boca a boca y de la suerte, que siempre juega su papel, más o menos protagonista.

Hijos del dios binario

Así que, con el trabajo esencial realizado, me ha parecido un buen momento para hacer balance de lo que ha supuesto hasta la fecha esto (tan difícil y hermético) de publicar. No porque a alguien más le puedan interesar mis impresiones, sino porque será divertido mirar atrás dentro de unos años y releer cómo fue esta etapa. Así que ya sabéis: esto es un recordatorio personal, no está aquí para vosotros, no sigáis leyendo… Simplemente lo he publicado en mi blog porque no tenía otro lugar a mano donde anotarlo.

Si aun así insistís en seguir leyendo, os recordaré que Hijos del dios binario será publicada el próximo 10 de marzo por Suma de Letras, un sello destinado al gran público perteneciente al grupo Penguin Random House, uno de los más grandes, si no el más grande, conglomerado editorial del mundo. Y todo lo que me habían contado respecto a publicar en una gran editorial era lo más parecido a firmar un pacto con el diablo: amputación del texto, cambio de título, modificaciones arbitrarias, eliminación de tramas, inclusión forzosa de escenas románticas y escarceos sexuales… Y demás sacrificios que el autor debía hacer en el altar de lo comercial y la mercadotecnia.

No soy yo quién para decir que dicho escenario es exagerado, quizás incluso sea el más frecuente (no tengo ni idea), pero desde luego no es lo que yo me he encontrado con la gente de Suma. El título sigue siendo el mismo que figuraba en el manuscrito (para mi sorpresa, mis editores se mostraron incluso entusiasmados con el nombre); no han tocado ni una sola trama, ni un solo personaje, ni un solo párrafo; han revisado el texto con una dedicación y cariño tal que, para alguien como yo, acostumbrado a batirse en solitario con sus propias erratas y fallos de estilo, resulta casi emocionante. Cuando me han sugerido alguna modificación, siempre lo han hecho de manera respetuosa y argumentada, y han procurado que en todo momento sintiera que yo tenía pleno control sobre el proceso. Quizás sea un afortunado que he caído en un oasis dentro de esta industria, pero mi experiencia con los profesionales de Suma ha sido, hasta el momento, inmejorable.

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No creáis que pierdo la perspectiva. Sé que soy una rueda más en el engranaje: una editorial como Suma publica entre dos y cuatro títulos a la semana, un volumen de lanzamientos muy similar al del resto de grandes sellos de la industria, lo que permite hacerse una idea de lo difícil que resulta subsistir en la mesa de novedades, pues a la semana siguiente de que tu libro salga a la venta (tu libro, en el que has invertido dos años de trabajo), llegará otra marea de novedades que te empujará fuera de esa mesa a la que tanto te ha costado llegar. Así funciona la industria, es algo que no gusta ni a autores ni a libreros, quizás tampoco al público, pero ahora mismo son las reglas del juego. Injustas, implacables, pero no más que mi experiencia hasta la fecha: en Amazon no existe el cuello de botella de las editoriales pero, precisamente por ello, la oferta es tan vasta y caótica que una novela tiene ínfimas posibilidades de mantenerse por encima del umbral de visibilidad. Al final, tanto en la publicación como en la autopublicación, todo depende de encontrar un público que disfrute y recomiende tus historias.

He de decir, no obstante, que el proceso de edición no ha sido lo único bueno de esta experiencia. Lo mejor ha sido conocer a una serie de personas que han decidido acoger la obra como suya, entusiasmarse con la historia y depositar fe en mis posibilidades como autor (fe que reconforta, pero que también conlleva una carga de responsabilidad que uno mira con cierta inquietud). Comenzando por mi agente, a la que le digo que todo esto es gracias a ella tantas veces como ella me dice que es mérito de la novela; continuando por mis editores, que no sólo apostaron por publicar a un autor desconocido (lo que ya es bastante, tal como está el patio), sino que también apostaron por mi otra novela, esa historia de samuráis que parecía no tener cabida en el mercado español, y decidieron firmarla sin siquiera esperar a ver cómo funcionaba Hijos del dios binario… Y terminando por un peculiar grupo de aliados en las sombras (como cierto librero que se dice del mal, pero que todos sabemos mucho menos malevo de lo que él se cree) y que, sospecho, algo tienen que ver en el hecho de que la novela se encuentre en varias listas de “lo más esperado de 2016”.

Ha sido un camino largo hasta aquí; el próximo 10 de marzo se cumple una nueva etapa, una crucial que definirá en gran medida cómo serán las siguientes. Pero cualquiera que sea el resultado, ya puedo decir que esta locura de intentar publicar ha merecido la pena. Y eso es mucho.